Cuento: La Princesa Imaginaria

Publicado Originalmente en el Periodico Imagen de Veracruz el 06 de Julio del 2012


Despertar no solo es abrir los ojos. Él lo sabe.

Porque cuando soñaba con su princesa imaginaria lograba distinguirla, a pesar que ella tenía diferentes nombres, varias caras y tantas fases como la luna, la reconocía.

Lo que siempre identificaba era su mirada. Océano. Precipicio. Silencio.

Y una vez que esto hacía, cualquier ropa que ella portara en hermoso vestido color rosa se transformaba. Desde hace tiempo que a ella la buscaba, a la ideal…más que su compañera, su complemento.

Él logro ejercitar un gran poder mental. Le requería mucho esfuerzo mantener la concentración, para despertar con algún objeto de ella: su pulsera, su collar de diamantes. Él convertía las nubes en materia. Souvenirs. Recuerdos palpables. Pruebas de que el sueño fue mucho más.

Descubrió que si podía traer un objeto quizá también podría transportarla a ella. Pero esta vez algo era diferente, una vez que trajo consigo su tiara de oro. Ella dejó de cambiar de rostro. De vez en cuando él se impacientaba pero nunca dudaba que era a ella a quien había estado esperando. Otras noches, varios intentos. Una zapatilla turquesa, la única recompensa. ¿Fracaso a medias o triunfo incompleto?

Tres meses se cumplen. Él se pregunta si acaso su fe no está menguando. Pero cuando estaba a punto de abandonar la falsamente ingrata empresa es que de su princesa un mechón de cabello castaño ha obtenido como recompensa.

Dos meses más. sin resultado aparente. Todo su amor entre fantasías se vierte. La esperanza es como un ave que herida busca consuelo entre el tiempo dedicado con esmero a buscar entre sueños a su amor verdadero. Él ha sufrido mucho por este amor velado y para terminar con la angustia ha decidido de una vez por todas, dejarlo.

Última noche. Anoche. Él la toma de las manos, ya sin pulsera, sin collar, sin tiara, sin zapatilla. Él quiere despedirse, sabe que ya no puede aguantar esta cascada que lleva dentro. El universo onírico se difumina en el vacío…solo quedan sus manos agarrándose fuerte, aferrándose al sueño que fue. Pero finalmente se lleva a cabo la separación, el alejamiento, se impone la distancia.

Mañana… éxito. Sobre su pecho desnudo ella reposa, sin accesorios, sin atavíos extra.

Ella descansa libre, natural, sobre el corazón del hombre con quien realmente debe estar.

Ahora él lo sabe. No necesita dormir para saber que no está soñando. El solo estar con ella -su princesa- le hace recordarlo.

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