Artículo: La ansiedad de comunicarse

Publicado originalmente en el periódico Imagen de Veracruz el 20 de Marzo de 2012
con el título:

La ansiedad de comunicarse
L.C.C. Miguel Eugenio Mora Pérez, M.M.P

Definitivamente estos ya no son los tiempos de la comunicación masiva, sino más bien estamos inmersos en la era de la ansiedad informativa, donde toda la gente muestra fervientes deseos de saber más cosas sobre una gran variedad de temas. Así, nos vemos saturados de información sobre tópicos tan dispares como: los más recientes chismes de la farándula, el vaivén de las bolsas de valores internacionales, los resultados de la más reciente justa deportiva, un aparatoso accidente automovilístico en la carretera de nuestra ciudad y las últimas actualizaciones en la cuenta de facebook de nuestros amigos. Regularmente se confunde el hecho de estar informados con el de estar bien comunicados, se cree que es lo mismo. 


La información es el argumento por el cual se mueven los mensajes, es el motivo mismo que nos lleva a comunicarnos. Sin información no podría existir la comunicación. “¿Cómo decir algo si no se tiene algo que decir?”.  El comunicar consiste en expresar a alguien nuestras emociones, hacerle partícipe de nuestro conocimiento o experiencia. Este es un proceso un tanto subjetivo, ya que entran en juego nuestras capacidades de socialización y las experiencias vividas en procesos comunicativos anteriores.
La comunicación tiene un agente especial, un ingrediente crucial que es la retroalimentación, también llamada feedback, la cual consiste en la reacción causa-efecto en la que un individuo, siendo receptor, adquiere el mensaje, lo reconfigura para que le signifique algo y posteriormente construye uno nuevo para expresarse.
Dicha retroalimentación sirve para ajustar el mensaje a las necesidades y respuestas al momento mismo del acto de comunicar, lo cual hace que aquellos que intervienen en este proceso se entiendan.

Toda vez que el entendimiento es lo más importante del acto comunicativo, porque si no hay retroalimentación, únicamente se está recibiendo información, la cual se almacena en el campo de nuestras experiencias, pero que no garantiza su comprensión. Así, se dice que la comunicación es un proceso de compartir el significado, ya sea que el contexto se presente como una interacción cara a cara, un discurso en público o por medio de las redes sociales y las conversaciones por conducto de los variados dispositivos móviles y gadgets tecnológicos tan comunes en nuestros días.
Lo cual facilita el acceso a la comunicación virtual, a la vez que limita aquella cara a cara y genera un tipo de ansiedad muy especial, la ansiedad comunicativa, mostrándose como una adicción a estar recurrentemente conectado algún dispositivo de ese tipo.

La comunicación es un proceso social cuya construcción implica el compartir y aceptar signos y símbolos presentes tanto en el habla y como en la escritura.
Esto es cierto, aunque actualmente se ha entrado en una gran controversia con la forma en que mucha gente escribe los mensajes de texto en los teléfonos celulares y por Internet (por ejemplo, sustituyendo la letra q por la letra k, o el uso de los dos puntos, paréntesis y demás símbolos para la creación de emoticones) pero aún de esta manera, las personas que comparten este código se entienden, y con ello basta para que se puedan expresar.

Si por algo ha existido esta “nueva forma de escribir” es debido a que se busca que la comunicación sea más fluida, dinámica, que tome menos tiempo, obviando varios aspectos gramaticales y potenciando el uso de recursos onomatopéyicos que, la verdad sea dicha, al principio pueden resultar engorrosos y confusos, pero una vez que se les asimila, que uno entra en la convención, resultan sumamente prácticos. Pueden que se vean feo y atenten contra varias reglas ortográficas, sin embargo se debe recordar que la lengua la hacen los hablantes, y como tal, no es propiedad exclusiva ni de los investigadores, ni de los académicos.
De la misma manera en que la forma de escribir de Miguel de Cervantes Saavedra actualmente nos parece poco entendible, así todas nuestras formas de expresión únicamente están vigentes durante el tiempo actual, pereciéndole exclusivamente como invención del momento histórico-socio cultural.

Y es que estamos viviendo tiempos llenos de diversas experiencias mediáticas donde es común encontrarse con que los medios de comunicación se han convertido tanto en amos de la información, como zares de la persuasión y en el peor de los casos, también señores de la discriminación.
Por ello es importante entrenarnos en diferenciar los contenidos que se nos presentan en cada medio, y mejor aún, identificar la línea editorial-política que siguen. Por citar un ejemplo, en los Estados Unidos de Norteamérica está claramente marcado cual programa de televisión y noticiero simpatiza con el partido demócrata (de izquierda progresista) y cual con el republicano (de derecha conservador). Un caso muy curioso es el de la empresa 20th Century Fox, del magnate Rupert Murdoch, cuyos programas de entretenimiento son de corte liberal, pero sus noticieros son de índole conservadora.

En nuestro país no existen las suficientes empresas de medios de comunicación como para que cada una elija una línea, basta decir que han estado de parte de quien ostente el poder político temporalmente.
Apertura. Palabra que no necesariamente tiene una connotación positiva, sino que en su lado oscuro se puede apreciar una mirada psicótica, neurótica y autodestructiva, aspectos que en la red mundial de información se manifiestan en forma de: videos de pornografía dura, lecciones de anarquismo al enseñar la creación de explosivos caseros, recreaciones de asesinatos, mutilaciones y otros que promueven los más bajos instintos de los seres humanos. Viene a mi mente el ácido comentario del popular personaje Homero Simpson al decir que “ahora los niños se educan solos con eso de la Internet”.

En esta era de la ansiedad informativa y saturación sensorial, tanto los medios clásicos como los de vanguardia son una preciosa herramienta, pero al no contener un manual de Instrucciones de uso, es que tenemos que auto-educarnos tanto para aprender a escribir en el “mal-español-mezcla-de-inglés-con-onomatopeyas-y-emoticones” como para decidir libremente nuestras preferencias de consumo en programas de televisión y páginas web. 

Sin duda, el entrenar una mirada crítica no es una labor fácil, pero es ‘La Tarea’. ¿Acaso este es el alto precio que debemos pagar por incontables horas de entretenimiento e información?. Opino que sí.

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