Poema: El Salmo de la Vida (Henry Wadsworth Longfellow)

El Salmo de la Vida (Henry Wadsworth Longfellow) 

versión en audio: https://youtu.be/Qn8IiAAd-D8


No me digas lamentándote,
¡la vida no es más que un sueño vano!
Puesto que muerta está el alma que dormita
y las cosas no son lo que parecen.

¡La vida es real!, ¡la vida es grave!
Y la tumba no es su meta.
”Polvo eres y en polvo te convertirás”,
no se refería al alma.

Ni el goce, ni el pesar
son a la postre nuestro destino;
es actuar para que cada amanecer
nos encuentre más lejos que hoy.

El arte es largo y el tiempo es breve 
y nuestros corazones, aunque bravos y valerosos,
todavía, al igual que tambores sordos,
tocan marchas fúnebres hacia la tumba.

En el extenso campo de batalla de este mundo,
en el campamento de la vida,
¡no seas como buey mudo aguijado!
¡sino héroe en el conflicto!

¡Desconfía del futuro por agradable que sea!
Deja que el pasado muerto entierre a sus muertos.
¡Actúa, actúa en el vivo presente
con  el corazón firme y Dios guiándote!


Las vidas de los grandes hombres nos recuerdan
que podemos sublimar las nuestras,
y al partir, dejan tras de sí
sus huellas en las arenas del tiempo.

Huellas por las que quizás otro que navegue
por el solemne océano de la vida,
un hermano náufrago desolado,
al verlas, vuelva a recobrar la esperanza.

Pongámonos entonces, en pie y manos a la obra,
con ánimo para afrontar cualquier destino.
Aún logrando, todavía persistiendo,
aprendiendo a trabajar y a esperar




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