Artículo: Reality Shows ¿qué hacer con ellos?

Publicado Originalmente en Periodico Imagen de Veracruz el 5 de Octubre de 2010


"Reality Shows ¿qué hacer con ellos?"
L.C.C. Miguel Eugenio Mora Pérez

Un síndrome relacionado con el fin del siglo XX es el reciclaje de conceptos, aspectos que se han abordado en las artes, moda, cultura y hasta tecnología. Para muestra basta un botón, en la actualidad más que nunca se están creando grupos musicales que solamente se dedican a “refritear” éxitos de otros autores e intérpretes, en la pintura las litografías y las “copias autorizadas” rigen el escenario, en la televisión ese re-uso se ha hecho una constante para que de una manera “mágica” se siga atrayendo la atención del teleauditorio, cada vez más disperso debido a la apertura global de los sistemas de televisión privada y satelital.
De esta manera, es natural que se tomen conceptos e ideas creativas de otros ambientes, de otros países que han tenido un éxito aceptable en sus audiencias para posteriormente, llevarlos de una manera adaptada a otros públicos en diversos países, algunas ocasiones respetando los marcos legales y otras solamente dirigiéndose por una piratería intelectual que se antoja muy penosa. O una falta de ideas para crear temáticas y contenidos propios y por ello se recurre a comprar una licencia de un programa de comprobado éxito en otro país.

Viéndolo desde la óptica monetaria e industrial que representan los medios de comunicación, el crear estos programas de realidad, como fue el caso de Big Brother, les representa algunas ventajas ya que es más fácil inventarse un artista que formar a un artista, esto es “sacar de la nada y como por arte de magia” a personas que lo único que hacen es provocar conflicto entre ellas mismas. Lo que los productores llaman “química” para ejercer un conflicto y una tensión dramática dentro del marco de un gran relato, que en todas las ocasiones y situaciones que presenta trata de reflejar una idea de espontaneidad, siendo ésta prácticamente nula ya que todo ha sido entrenado y cuidadosamente estudiado.

De esta manera sería retrógrado decir que la televisión, con toda su parafernalia y publicidad, vende productos, sino que más bien está enfocada a atraer la atención, hacer un llamado a la aceptación y adecuación hacia ciertos modos y estilos de vida que, en una mal llamada “diversidad”, lo único que buscan es que se llegue a un consumismo desmedido, sin importar cuestiones de raza, sexo, estrato social, religión o nacionalidad.

Por estas razones es que personas tan normales como el señor de la esquina que vende volovanes o como la señora loca amante de los gatos de la otra cuadra, aparecen en este tipo de reality shows, para que posteriormente se conviertan en una suerte de anunciantes, o voceros “reales” de cualquier tipo de productos.

Obviamente la aceptación y el auge de este tipo de programas se da debido a que estamos viviendo en una “cultura tabloide” en la cual se nos hace muy normal el hecho de invadir la vida privada de cualquier persona, ya no solamente si es un servidor público o un artista famoso, nos interesa saber todo de quien sea, la idea de importancia del quién se ha perdido, es por eso que estos tiempos han sido llamados “la era de la ansiedad informativa”. Muy probablemente si alguien hace 40 años hubiera vaticinado que en nuestros días los programas ya no serían regidos por artistas formados, sino por una serie de imitadores creados con calzador, lo hubiéramos tachado de loco, insulso o insensato, ¿cómo iba a ser posible que los artistas fueran reemplazados por amateurs o wanna be´s?

Pero vale la pena mencionar que los personajes que salen en este tipo de programas no son del todo “comunes y corrientes”, se trata de seleccionar a personas que representan una etnia y que refuerzan estereotipos, además de que deben de tener una “historia de vida” interesante para que el público en general pueda identificarse con él. Sin ello por más que el individuo cante o baile muy bien, no es un producto rentable.

Se busca crear una especie de “gran relato” para crear toda una dimensión y ambiente en torno a un personaje, de esta manera se le asocia con un determinado estilo de vida y “de paso” con algunos productos.

Muy probablemente si no hubieran existido antes los talk shows no estaríamos hablando de la Reality TV, ya que estos fueron percusores de este tipo de visión—hacer estrellas a personas comunes creando un espectáculo del dolor humano.

A más de 10 años de que el fenómeno Big Brother se presentó en nuestro país, creo que “los reality” son un subgénero más, que han encontrado diversos nichos de mercado para todos los gustos y edades. De hecho, esa forma de contar una historia ha sido aplicada a sitcoms o comedias estadounidenses como “The Office”. Considero que para estos días todas las personas tienen un reality preferido, ¿cuál es el suyo?.


                                      

  

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