Discursos Clásicos: Yes We can (Barack Obama)
Versión en video: https://www.youtube.com/watch?v=LEo7lzfpdCU
“¡Hola, Chicago!
Si todavía queda alguien por
ahí que aún duda de que Estados Unidos es un lugar donde todo es posible, que
todavía se pregunta si el sueño de nuestros fundadores sigue vivo en nuestros
tiempos, que todavía cuestiona la fuerza de nuestra democracia, esta noche es
su respuesta.
Es la respuesta dada por las
colas que se extendieron alrededor de escuelas e iglesias en un número como
esta nación jamás ha visto, por las personas que esperaron hasta tres y cuatro
horas, muchas de ellas por primera vez en sus vidas, porque creían que esta vez
tenía que ser distinta y que sus voces podrían suponer esa diferencia.
Es la respuesta pronunciada
por los jóvenes y ancianos, ricos y pobres, demócratas y republicanos, negros,
blancos, hispanos, indígenas, homosexuales, heterosexuales, discapacitados o no
discapacitados. Estadounidenses que transmitieron al mundo el mensaje de que
nunca hemos sido simplemente una colección de individuos ni una colección de
estados rojos y estados azules.
Somos,
y siempre seremos, los Estados Unidos de América.
Es la respuesta que condujo a
aquellos que durante tanto tiempo han sido aconsejados a ser escépticos y
temerosos sobre lo que podemos lograr, a doblar una vez más el arco de la
historia en señal de esperanza para tiempos mejores.
Ha tardado en llegar, pero
hoy, debido a lo acontecido en estas elecciones, en este momento decisivo, el
cambio ha llegado a América.
Esta
noche, recibí una llamada extraordinariamente educada del senador McCain.
El senador McCain ha luchado
con intensidad esta campaña. Y ha luchado con aún mayor intensidad por el país
que ama. Ha aguantado sacrificios por Estados Unidos que no podemos ni
imaginar. Todos nos hemos beneficiado del servicio prestado por este líder
valiente y abnegado.
Le felicito. Y
felicito también a la gobernadora Palin por todo lo que han logrado. Y estoy
deseando colaborar con ellos durante los próximos meses para renovar la promesa
de esta nación.
Quiero dar las gracias a mi
socio en este viaje, un hombre que hizo campaña desde el corazón e hizo de
portavoz de los hombres y de las mujeres con quienes se crío en las calles de
Scranton y con quienes viajaba en tren de vuelta a su casa en Delaware: el
vicepresidente electo de los Estados Unidos, Joe Biden.
Y no estaría aquí esta noche
sin el respaldo infatigable de mi mejor amiga durante los últimos 16 años, la
piedra de nuestra familia, el amor de mi vida, la próxima primera dama de la
nación: Michelle Obama.
Sasha y Malia, os quiero a las dos más de lo que podéis imaginar. Y os habéis ganado el nuevo cachorro que nos acompañará hasta la nueva Casa Blanca. Y aunque ya no está con nosotros, sé que mi abuela nos está viendo, junto con la familia que hizo de mí lo que soy. Los echo de menos esta noche. Sé que mi deuda con ellos es incalculable.
A mi hermana
Maya, mi hermana Alma, al resto de mis hermanos y hermanas, muchísimas gracias
por todo el respaldo que me habéis prestado. Os estoy eternamente agradecido a
todos. Y a mi director de campaña, David Plouffe, el héroe no reconocido de
esta campaña, quien construyó, en mi opinión, la mejor campaña política en la
historia de los Estados Unidos de América.
A mi estratega jefe, David
Axelrod, compañero mío en cada paso del camino. Al mejor equipo de campaña que
se ha conformado en la historia de la política. Vosotros habéis hecho esto
realidad y os agradeceré siempre todo lo que habéis sacrificado para lograrlo.
Pero, sobre todo, nunca
olvidaré a quién pertenece de verdad esta victoria. Os pertenece a vosotros. Os
pertenece a vosotros.
Nunca fui el candidato
preferido para este cargo. No arrancamos con grandes fondos ni con demasiados
avales. Nuestra campaña se ideó en los pasillos de Washington. Empezó en los
jardines privados de Des Moines y en las salas de estar de Concord y en las
terrazas de Charleston. Fue construida por los trabajadores y las trabajadoras
que recurrieron a los pocos ahorros que tenían para donar a la causa cinco
dólares, o diez dólares, o veinte dólares.
Adquirió fuerza con los
jóvenes que rechazaron el mito de la apatía de su generación, que dejaron atrás
sus casas y sus familias para emplearse en trabajos que les procuraban poco
dinero y menos expectativas.
Adquirió fuerza con las
personas no tan jóvenes que hicieron frente al gélido frío y el insoportable
calor para llamar a las puertas de desconocidos, y con los millones de estadounidenses
que se ofrecieron voluntarios, se organizaron y demostraron que, más de dos
siglos después, el ideal de un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el
pueblo no se ha desvanecido de la Tierra.
Esta
es vuestra victoria.
Y sé que no lo
hicisteis solo para ganar unas elecciones. Sé que no lo hicisteis por mí. Lo
hicisteis porque entendéis la magnitud de la tarea que queda por delante.
Mientras celebramos esta noche, sabemos que los retos que afrontaremos mañana
serán seguramente los mayores de nuestras vidas: dos guerras, un planeta en
peligro, la peor crisis financiera desde hace un siglo, etc.
Mientras estamos
aquí esta noche, hay estadounidenses valientes que se despiertan en los
desiertos de Irak y en las montañas de Afganistán para jugarse la vida por
nosotros.
Hay madres y
padres que se quedarán desvelados en la cama después de que los niños se hayan
dormido, y se preguntarán cómo podrán pagar la hipoteca o las facturas médicas
o ahorrar lo suficiente para la educación universitaria de sus hijos.
Hay una nueva energía por
aprovechar, nuevos puestos de trabajo por crear, nuevas escuelas por construir,
amenazas por afrontar y alianzas por reparar.
El camino por delante será
largo. La subida será empinada. Puede que no lleguemos en un año ni en un
mandato. Sin embargo, nunca he estado tan seguro como lo estoy esta noche de
que llegaremos.
Os prometo que, nosotros, como pueblo, llegaremos.
Habrá percances y
arranques en falso. Muchos no estarán de acuerdo con cada decisión que tome como
presidente. Y sabemos que el Gobierno no puede solucionar todos los problemas.
Pero siempre seré sincero con
vosotros sobre los retos que nos esperaran en cada momento. Os escucharé, sobre
todo cuando haya discrepancias. Y, sobre todo, os pediré que participéis en la
labor de reconstruir esta nación de la única forma en que se ha hecho en
Estados Unidos durante 221 años: bloque a bloque, ladrillo a ladrillo, paso a
paso.
Lo que comenzó hace 21 meses
en pleno invierno no puede terminar en esta noche otoñal. Esta victoria en sí
misma no es el cambio que buscamos. Es solo la oportunidad para que se produzca
dicho cambio. Y eso no puede suceder si las cosas vuelven a ser como antes. No
puede suceder sin vosotros, sin un nuevo espíritu de sacrificio.
Así que hagamos
un llamamiento a un nuevo espíritu del patriotismo, de la responsabilidad, en
la que cada uno echa una mano y trabaja más y se preocupa no solo de sí mismo,
sino también del otro.
Recordemos que, si esta
crisis financiera nos ha enseñado algo, es que no puede haber un Wall Street
[sector financiero] próspero mientras que Main Street [los comercios de a pie]
sufre.
En este país,
avanzamos o fracasamos como una sola nación, como un solo pueblo. Resistamos la
tentación de recaer en el partidismo y en la mezquindad e inmadurez que han
intoxicado nuestra vida política desde hace tanto tiempo.
Recordemos que fue un hombre
de este estado quien llevó por primera vez a la Casa Blanca la bandera del
Partido Republicano, un partido fundado sobre los valores de la autosuficiencia
y la libertad del individuo y la unidad nacional.
Esos son valores que todos
compartimos. Y mientras que el Partido Demócrata ha logrado una gran victoria
esta noche, lo hacemos con cierta humildad y la decisión de paliar las divisiones
que han impedido nuestro progreso.
Como dijo Lincoln
a una nación mucho más dividida que la nuestra, no somos enemigos, sino amigos.
A pesar de la tensión, no se deben romper nuestros lazos de afecto.
Y a aquellos
estadounidenses cuyo respaldo aún tengo que conquistar, puede que no haya
obtenido vuestro voto esta noche, pero escucho vuestras voces. Necesito vuestra
ayuda. Y seré vuestro presidente, también.
Y a todos aquellos que nos
ven esta noche desde más allá de nuestras costas, desde parlamentos y palacios,
a aquellos que se juntan alrededor de las radios en los rincones olvidados del
mundo, nuestras historias son diversas, pero nuestro destino es compartido y
llega un nuevo amanecer de liderazgo estadounidense.
A aquellos que pretenden derrumbar el mundo: os vamos a vencer. A aquellos que buscan la paz y la seguridad: os vamos a apoyar. Y a aquellos que se preguntan si el faro de Estados Unidos todavía sigue
iluminando con fuerza: esta noche hemos demostrado, una vez más, que la fuerza auténtica de nuestra nación procede no del poderío de nuestras armas ni de la magnitud de nuestra riqueza, sino del poder duradero de nuestros ideales: la democracia, la libertad, la oportunidad y la esperanza.
Allí está la verdadera
genialidad de Estados Unidos: que Estados Unidos puede cambiar. Nuestra unión
se puede perfeccionar. Lo que ya hemos logrado nos da esperanza con respecto a
lo que podemos y tendremos que lograr mañana.
En estas elecciones ha habido
muchas “primeras veces” y muchas historias que se contarán durante siglos. Pero
una que tengo en mente esta noche trata de una mujer que emitió su papeleta en
Atlanta. Ella se parece mucho a otros que guardaron cola para alzar su voz en
estas elecciones, salvo por una cosa: Ann Nixon Cooper tiene 106 años.
Nació sólo una generación
después de la esclavitud; en una época en la que no había automóviles por las
carreteras ni aviones por los cielos; cuando alguien como ella no podía votar
por dos razones: porque era mujer y por el color de su piel. Y esta noche
pienso en todo lo que ella ha visto en Estados Unidos durante su siglo de vida:
la desolación y la esperanza, la lucha y el progreso; las ocasiones en que nos
dijeron que no podíamos y la gente que se esforzó por continuar adelante con
ese credo estadounidense: sí podemos.
En tiempos en los que las
voces de las mujeres fueron acalladas y sus esperanzas descartadas, ella
sobrevivió para verlas levantarse, expresarse y alargar la mano hacia la
papeleta.
Sí podemos.
Cuando había desesperación y una
gran depresión asolaba a todo el país, ella vio cómo la nación superó su propio
miedo con el New Deal, con nuevos
empleos y con unos nuevos propósitos comunes.
Sí podemos.
Cuando las bombas cayeron
sobre nuestro puerto y la tiranía amenazó al mundo, ella estaba allí para ser
testigo de cómo una generación respondió con grandeza, salvando la democracia.
Sí podemos.
Ella estaba allí para los
autobuses de Montgomery, las mangueras en Birmingham, un puente en Selma y un
predicador de Atlanta que dijo a un pueblo: "Lo superaremos".
Sí podemos.
Un hombre llegó a la luna, un muro cayó
en Berlín y un mundo se interconectó a través de nuestra ciencia
e imaginación. Sí podemos.
Y este año, en estas
elecciones, ella tocó una pantalla con el dedo y votó, porque después de 106
años en Estados Unidos, habiendo vivido los mejores momentos y las horas más
oscuras, ella sabe cómo puede cambiar Estados Unidos.
Sí podemos.
Estados Unidos, hemos
avanzado mucho. Hemos visto mucho. Pero queda mucho más por hacer. Así que,
esta noche, preguntémonos: si nuestros hijos llegaran a ver el próximo siglo,
si mis hijas tuvieran suerte como para vivir tanto tiempo como Ann Nixon
Cooper, ¿qué cambio verán?, ¿qué progreso habremos hecho?
Esta es nuestra oportunidad
de responder a ese llamamiento. Este es nuestro momento. Estos son nuestros
tiempos, para dar empleo a nuestro pueblo y abrir las puertas de la oportunidad
para nuestros pequeños; para restaurar la prosperidad y fomentar la causa de la
paz; para recuperar el sueño americano y reafirmar esa verdad fundamental que,
de muchos, somos uno; que mientras respiremos tenemos esperanza.
Y cuando nos encontremos con
escepticismo y dudas, cuando encontremos a aquellos que nos dicen que no
podemos, contestaremos con ese credo eterno que resume el espíritu de un
pueblo: Sí podemos.
Gracias.
Que
Dios os bendiga.
Y
que Dios bendiga a los Estados Unidos de América”.
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